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About: La salud del conejo, como la de cualquier otro animal, es el primer aspecto que hay que tener muy en cuenta. Debemos pensar en la salud del conejo, incluso antes de que entre en nuestra casa y en nuestra vida. ¿Has pensado/estás pensando en la salud de tu conejo peludo antes de tenerlo en casa? ¿Sabías/eres consciente de las enfermedades que puede/podría padecer? ¿Sabes/conoces las vacunas absolutamente indispensables que debe/debería haber hecho para tener una vida serena y segura? ¿Sabías/sabes que debes/debes acudir a un veterinario con experiencia en animales exóticos y no a un veterinario generalista? Bueno, esta es mi historia. De hecho, es la historia de Pedro, mi primer conejo. Quizá entienda por qué es tan importante acudir a un veterinario especializado en animales exóticos. Cuando Pedro llegó a mi casa era un conejo de un año, frágil y asustado. Venía del apartamento de una señora que siempre lo tenía en una jaula. En la casa con él había también dos perros pequeños y un canario. Cuando los humanos soltaron a Pedro en la casa, los dos perros lo persiguieron por todas partes y no le dieron un momento de paz. Se refugiaba bajo los sillones y sofás y los perros intentaban sacarlo con sus patas. No querían hacerle daño, sólo querían jugar, pero Pedro no lo sabía y estaba muy asustado. Los conejos son presas, ¿recuerdas? Por eso la señora que lo cuidaba lo mantenía en una jaula todo el día, porque había notado que los perros eran una gran fuente de estrés para él. Y por si fuera poco, se le alimentaba con pellets y leche de fórmula. Así es. Sólo esos hermosos piensos de colores que contienen muchos cereales, semillas, granos y croquetas de colores. Una vez en casa conmigo, traté inmediatamente de arreglar esa dieta totalmente equivocada: poco a poco Pedro empezó a comer verduras sanas, algo de fruta y sus pellets. Habiendo eliminado totalmente el pienso con cereales, crujientes, semillas y semillitas, intenté darle heno, pero no quería ni verlo. Sin embargo, comía mucha hierba, porque en casa el jardín era todo para él. En un año conseguí variar completamente su dieta y conseguir que comiera lo que debe comer un conejo. Un día, mientras lo abrazaba y acariciaba, sentí un bulto bajo su mandíbula. Era del tamaño de una canica. En ese momento, todavía no había consultado a un veterinario. Fui a la tienda de mascotas que hay detrás de mi casa y pedí información. Me dieron un nombre y lo llamé inmediatamente. En la red no había encontrado ninguna información precisa sobre posibles "canicas". El veterinario, que era médico generalista, examinó a Pedro y me miró con dos ojos resignados: "es un tumor", me dijo. Mi mundo se derrumbó sobre mí. Conteniendo mis lágrimas, le pregunté si había algo que pudiera hacerse para curarlo, algún tratamiento, qué tipo de tumor era, por qué le había afectado. Lo único que pudo responder fue que no se podía hacer nada, y que ni siquiera podía tomar una muestra de la materia mediante una biopsia, porque no quería arriesgarse a empeorar la situación haciendo que el tumor se extendiera más rápidamente.
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Job: Data Manager